Hace mil doscientos veintitrés años …

Artículo extraído de blogs.burgosconecta.es

No, no nos referimos al comienzo de “Star Wars”, ni ocurrió en una Galaxia, muy, muy lejana… Hoy quiero recordar que el 15 de septiembre del año 800 (hace, por tanto, 1.223 años) aparece la primera referencia escrita conocida de la palabra “Castilla”, y ocurrió muy cerca –geográficamente- de nosotros, en la diminuta localidad de Taranco, en el sugerente Valle de Mena.

Recordamos por tanto un documento escrito, el Acta Fundacional del Monasterio de Taranco de Mena, bajo la advocación de los santos Emeterio y Celedonio, realizada por el Abad Vítulo y el presbítero Ervigio, según recoge el notario Lope, el 15 de septiembre del año 800. Este documento cita, según hoy conocemos, por vez primera, la palabra “Castilla”, dentro de los primeros momentos de la repoblación altomedieval de la primigenia Castilla, aludiendo a la donación de unos terrenos “in territorio Castelle”.

La fundación se efectuó en un angosto valle, en el paradisíaco entorno menés, al pie de un monte que, doce siglos más tarde, continúa llamándose “Monte Monasterio”. Una torre sobre el mismo permitía vigilar las amenazas tan frecuentes en aquellos atribulados años, y los monjes de aquel ascendente recinto cenobial, fueron dando acogida a un creciente número de peregrinos que siguiendo el “Viejo Camino”, muy anterior al popular Camino Francés que hoy conocemos, se dirigían hacia Compostela. Este recoleto monasterio, orbitó la mayor parte de su historia en torno a San Millán de la Cogolla y decae su esplendor, quedando reducido prácticamente a la nada, en la Desamortización de Mendizábal, a mediados del siglo XIX. En el último tercio del siglo XX, sus bóvedas se derrumban, y entre escombros y maleza, perviven a duras penas los restos de su modesta iglesia.

Y hubiera desaparecido hasta su recuerdo, quedando como una exótica reliquia para investigadores especializados y ratones de biblioteca, de no ser por el tesón de José Bustamante, un abogado burgalés residente en Bilbao, desgraciadamente ya fallecido, que junto a sus compañeros de promoción de la Universidad de Deusto, impulsó en 1990 la constitución de la Asociación de Amigos del Monasterio de Taranco-Valle de Mena, con el declarado objetivo de restaurar el primitivo monasterio y recuperar la memoria de los significativos hechos que allí se produjeron.

Prácticamente sin ayudas oficiales, como casi siempre ocurre en esta tierra, la tenacidad de este pionero grupo, abordó con éxito la restauración del Monasterio, la colocación de un monumento rememorativo, el desarrollo de un programa cultural vinculado al recinto, y la celebración de Actos Conmemorativos, cada domingo anterior al 15 de septiembre, en los verdes prados de Taranco de Mena.

He tenido la fortuna de haber estado presente en estos actos de Taranco de Mena en muchas ocasiones, y de haberme emocionado releyendo, en el monumento allí emplazado, aquellas palabras donde aparece el término “Castilla” escrito por primera vez, y no dejo de indignarme cada año ante el abandono en que todas nuestras instituciones mantienen tanto este simbólico lugar, como lo que significa.

No hay que tener demasiada imaginación para sospechar que si un lugar similar, donde hace más de 1200 años se hubiesen escrito por vez primera las palabras “Euskadi” o “Catalunya”, existiera (Cataluña, aparece por vez primera en un documento italiano del siglo XII, mientras que Euskadi es un neologismo creado por Sabino Arana en el siglo XIX), sería objeto de veneración y estudio por sus respectivas comunidades. Pero Castilla es diferente, así, en nuestra tierra, la Junta de Castilla y León no recoge en sus materiales escolares ni esta fecha, ni este lugar, ni su significado, ni su importancia, y por supuesto, no proporciona ayuda alguna a las celebraciones que en Taranco de Mena se desarrollan cada año, algo en que es imitado por la Diputación de Burgos y por el Ayuntamiento de Valle de Mena, que evitan estar allí representados.

Así, el lugar donde nació el término “Castilla” adormece entre la traición de sus instituciones y el olvido de sus ciudadanos; algo similar a lo que le ocurre al Monasterio de San Pedro de Arlanza, cuna de la Castilla Condal de Fernán González, que sigue esperando la tan prometida restauración por parte de la Junta de Castilla y León, o a la Colegiata de Valpuesta, origen de los Cartularios donde aparecen las primeras palabras escritas en lengua castellana. Todos ellos muestra de la incuria con que en Castilla se trata a su historia, a su patrimonio, a su cultura, a su identidad…

No sé este domingo 14 de Septiembre cuánta gente se acercará a Taranco de Mena, algunos años hemos sido más de doscientos, otros unas pocas docenas, pero haré todo lo posible por estar presente junto a las piedras de este milenario monasterio, que tantas cosas parecen intentar decirnos, paladeando el verdor más intenso que en septiembre se puede disfrutar en Castilla, brindando con una copa del clandestino “chacolí castellano”, y sorprendiéndome una vez más ante las inigualables vistas que el Santuario de Cantonad ofrece. Compartiendo risas y conversaciones que no solo nos hablan nostálgicamente de los orígenes de Castilla, sino que abordan temas de tanta actualidad como la amenaza de la fractura hidráulica sobre tan incomparables paisajes, de los jóvenes que se marchan a estudiar a Bilbao y nunca más vuelven, de las decenas de pedanías que corren el riesgo de desaparecer administrativamente este mismo diciembre, de lo lejos que están para estas gentes las administraciones de Burgos o Valladolid, de las pésimas carreteras, del abandono de los consultorios médicos, del agua de Ordunte y el Cerneja que marcha para Bilbao…. y es que, como nos recordaba hace muchos años José Antonio Labordeta: “desde tiempos a esta parte, vamos camino de nada”. El cantautor pensaba en Aragón, pero en Castilla pasa lo mismo.